El inmenso dolor que sentía en cada rincón de su cuerpo no evitaba que se maravillara con la vista que se extendía sobre él. Una pareja de titanes que entrelazaban sus cuerpos y luchaban eróticamente, inundando todo con gemidos de placer.
David había invitado a una pareja de amigos, Nuria y Juan, a su casa en Madrid, aprovechando que su compañero de piso iba a estar de viaje. Pero lo que prometía ser un buen fin de semana entre amigos se convirtió en una auténtica pesadilla.
Una vez estuvieron en el piso y dejado las maletas, Nuria le dijo a David que tenía un regalo para él por haberlos dejado quedar en su casa. Sacó de su mochila un pequeño aparato parecido a un puntero laser y lo apuntó hacia un sorprendido David, que no tuvo tiempo de reaccionar al verse envuelto en una luz de color verde y contemplar como todo a su alrededor tomaba proporciones gigantescas.
Lo que vino a continuación solo podría resumirse como un auténtico infierno para el diminuto anfitrión, ahora de 5 cm de tamaño.
Nuria era una chica de 25 años, de figura normal pero con un gran culo, cabello rubio, y piel blanca; mientras que Juan, su novio, tenía 28 años y una figura delgada y atlética.
En seguida, David fue utilizado como juguete sexual por la perversa pareja de gigantes. Obligado a observar y participar en sus juegos, humillado una y otra vez. En una ocasión, Juan sujetó con dos dedos a David y, tras escupirle, lo introdujo en el regordete culo de su novia, sacándole gritos salvajes de placer. Una vez fuera del oscuro agujero de Nuria, David recibió un espeso baño de esperma de Juan, lo que ocasionó que ambos gigantes se estuviesen riendo de él durante unos cuantos minutos.
Un par de horas más tarde, después de recuperar fuerzas con una siesta, los gigantes volvieron a la carga; esta vez colocaron al pobre y aterrorizado David en la cama y Nuria se echó encima de él, aplastándolo con sus pechos, mientras su novio la penetraba por detrás. El diminuto hombrecillo casi no podía moverse, todo su cuerpo estaba aplastado por la suave piel de las tetas de su amiga; ríos de sudor corrían por sus pechos hasta llegar a la boca del pobre desgraciado.
Cuando acabaron, decidieron que habían sudado demasiado y que les vendría bien un baño. Allí volvieron a jugar con su pequeño juguete, colocándose uno en cada extremo de la bañera y aprisionando a David en medio de sus pies. Las risas se extendían por todo el cuarto de baño mientras Nuria y Juan intentaban evitar que el hombrecillo no cayese al agua utilizando sólo sus pies para sujetarlo.
Pero todo lo bueno llega a su fin. Era domingo por la noche y al día siguiente debían abandonar el piso de David. Con una mirada cómplice decidieron que hacer. Tiraron al pequeño David al suelo y Nuria colocó uno de sus enormes pies encima, dejando que sólo asomase su diminuta cabeza en medio de sus dedos. Juan se colocó detrás de ella y comenzó a montarla como un animal en celo.
Los gritos de placer superaron a todo lo oído ese fin de semana. David podía ver como las tetas y las carnes de la cintura de Nuria se bamboleaban con cada acometida de Juan, mientras él era lentamente aplastado por la planta del pie de la chica.
Pronto acabó todo; el gigante fue al baño a limpiarse mientras Nuria respirada agitadamente con las manos apoyadas en la pared y la vista lujuriosa fija en David.
Éste ya no podía decir nada, su cuerpo estaba hecho pedazos y casi no podía respirar; el sudor del pie de su enorme amiga estaba por todas partes.
Con gran lentitud Nuria levantó el otro pie (no el que había usado antes) y apoyó el talón sobre la cara de su antiguo amigo. Fue como reventar una uva en el suelo.
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